Ficha y experiencia con ampyrion ocellaris, nuestro querido Nemo

Cuando alguien se inicia en el mundo del acuario marino, casi en la totalidad de los casos, el primer o uno de los primeros habitantes que poblarán nuestro pequeño arrcife, será el ampyrion ocellaris, archiconocido como pez payaso o Nemo, por la famosa película de Pixar.

Mi querido Nemo en su euphyllia


La cinta popularizó este pez como mascota de acuario. Al comienzo de la película, el dentista que secuestra a Nemo erróneamente, se jacta de haberlo "salvado" de vivir en el arrecife. Desafortunadamente, al parecer, el mensaje ecológico de la película no tuvo el impacto esperado, dado que la venta de peces payasos se incrementó muchísimo después de la película, llegándose a vender más de 150.000 ejemplares por año de este pez, ocasionando serios problemas para la especie.

Afortunadamente, y gracias al potencial ecónomico que significaba, la cría en cautividad de la especie prosperó rápidamente, lo que ocasionó que además de que la presión sobre los entornos naturales y su habitat disminuyesen, se generaron (y se generan) un sinfin de variedades  creadas para deleite de todos los aficionados a base de selección, mutación y cruces.



La cría masiva también tiene una ventaja para el acuarista, y no es otra que la disminución del precio de venta de las variedades más comunes, aunque no suceda lo mismo con las variedades de creación más reciente, que tienen un coste bastante elevado.
 
En cuanto a su comportamiento, nuestro querido Nemo no es el inocentito pez popularizado por Disney, sino más bien, un altanero y territorial pez de tamaño pequeño que presenta múltiples ventajas para el acuarista.
 
La primera de ella ya la hemos comentado: su bajo coste en la variedad clásica, que lo hace apto para todos los bolsillos, y su presencia en toda tienda de acuariofilia.
 
Otra ventaja es que, debido a su tamaño, es un pez apto para nano acuarios. Yo mantuve sin problemas una pareja en mi primer nano de 30 litros, hasta que el oodinium se llevó a uno de ellos.
 
Mi nano de 30 litros antes de la hecatombe, hogar de una pareja de ocellaris.

Otra de sus ventajas es su fácil mantenimiento, ya que al provenir en muchas ocasiones de la cría en cautividad, está más que adaptado a la vida en la urna, y su alimentación no presenta ningún problema, comiendo granulo seco desde el primer día.
 
También es un pez que podemos críar en casa, aunque requiere de tiempo y conocimientos, pero que sin duda es un bonito reto para acuaristas más experimentados.
 

Y por último, es un pez muy bonito, incluso la variedad clásica, y muy vistoso en un acuario, donde defenderá su territorio (anémona o coral que haya decidido adoptar como casa).

Por otro lado, algo que no explican en muchas tiendas (sobre todo grandes superficies donde la atención no es tan personalizada) es que el ampiryon ocellaris es un pez muy agresivo con sus congéneres, por lo que hay que introducir los ejemplares que queramos (normalmente una pareja) a la vez, para evitar agresiones que pueden llevar a la muerte del pez en casos extremos. No hay más que ver la mirada desafiante de este ejemplar.

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¿Entonces que pasa si al introducir una pareja de ocellaris, uno de ellos muere y queremos introducir un nuevo ejemplar, como me ocurrió en mi acuario? Pues la idea es buscar un compañero bastante más pequeño que el que nos queda.

Hay que tener en cuenta que el Ampyrium ocellaris es un pez hermafrodita protándrico, es decir, todos los individuos se desarrollan primero como machos y después como hembras, y que la hemra tiene un mayor tamaño que el macho. Por tanto, si introducimos un ejemplar más pequeño, tenemos bastantes posibilidades de que se repartan el género a su antojo sin ningún problema, y nuestros pequeños acabarán viviendo su pequeña gran historia de amor en su loft anénoma.

En mi caso, al introducir el nuevo ejemplar, lo hice en la otra punta del territorio del que aún me quedaba. La reacción del veterano fue salir disparado hasta el lugar donde había dejado al nuevo habitante como una flecha; una serie de aspavientos y amenazas sin llegar a nada, para a los pocos minutos, ver como el pequeño lo seguía hasta su euphylia con cierta timidez. Instantes después ya nadaban juntos sin problema.

No siempre se tiene la misma suerte.



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